Todo sigue igual

May 23, 2007

El proceso político vigente –como no podría ser de otro modo- guarda estrecha relación con la conmoción que lo precedió: el estallido de la crisis política, económica y social que puede resumirse en la consigna del “que se vayan todos” tuvo una derivación asimilable a un cuadro de extrema inestabilidad institucional.

Así fue como el hondo desprestigio de los partidos políticos apuntó a la dispersión de la ciudadanía en parcialidades transitorias aún dentro de ellos mismos: la disgregación llevó a esa suerte de interna abierta convertida en comicios generales que, en el caso de la formación mayoritaria, vale decir el partido Justicialista, contó con tres opciones encabezadas, respectivamente, por el riojano Carlos Menem, el puntano Adolfo Rodríguez Saa y el patagónico Néstor Kirchner.

El sistema de doble vuelta electoral para el caso en que nadie cosechara el 45% de los votos o, al menos una diferencia de diez puntos entre el primero y el segundo, exhibió en el primer turno una cuasi divisoria en tres tercios más o menos análogos dentro del virtual “lema” peronista. El ex presidente Menem logró en esa instancia el primer lugar,  seguido de cerca por el actual jefe del Estado, quien  obtuvo sólo el veintidós por ciento de los sufragios. Al desertar su contrincante del balotaje inicialmente previsto (decisión probablemente impulsada por sondeos desfavorables), el hoy presidente de los argentinos apuntó muy rápidamente a lograr una fuerte polarización en el marco de una concepción de confrontación permanente. En muy buena medida esto continúa hoy, tras haber logrado su sector una clara y contundente victoria en las elecciones legislativas del año 2005.

Aún antes, el jefe del Frente para la Victoria había exhibido, con gran celeridad, determinadas metas “con sed de absoluto” en temas tales como derechos humanos, deuda externa, descriminalización de las protestas y otras propuestas pertenecientes al campo de la justicia social. Tal como apunta el analista político Luis Tonelli, “el proyecto kirchnerista requiere –por lógica propia- de la confrontación permanente y de la divisoria de aguas entre quienes lo apoyan y quienes están en la contra”. 

Así las cosas, todo hace pensar que se seguirá transitando el mismo estilo político en un eventual segundo mandato –sea Néstor o Cristina, da igual- y que, más allá de las urgencias del pueblo, nada cambiará.               

Por Andrés Olivera